SIERRA DEL ARCA Y FINCA LA ALCAIDESA

Sábado 26 de marzo de 2.022. Hoy cambiamos de escenario y nos dirigimos hacia la vecina ciudad de San Roque.

Sobre las 09:10 horas nos encontramos en el punto de inicio de la excursión, en la carretera de acceso a la Finca La Alcaidesa, un grupo de 28 atrevidos senderistas, a los que no les amilana en absoluto la inestabilidad del tiempo y las abundantes lluvias registradas de los últimos días.

Es una mañana gris con abundantes nubes bajas, buena temperatura y sin viento. Nada más bajarnos de los coches ya tomamos conciencia de lo que nos espera a lo largo de los aproximadamente 17,0 kms. de ruta en lo que a charcos y barro se refiere, pero bueno, venimos dispuestos a todo con tal de disfrutar de un buen día de senderismo.

La Sierra del Arca, cuenta con una superficie de 200 hectáreas de monte bajo mediterráneo, con alcornoques y pinos y es una de las formaciones geológicas más atractivas del Campo de Gibraltar, que esconde vestigios paleolíticos importantes con pinturas rupestres en la Cueva de la Horadada y otras similares.  

La Finca La Alcaidesa es propiedad de la Junta de Andalucía y es uno de los secretos mejor guardados del municipio. Linda por el Nordeste con el Pinar del Rey, y al Sudoeste con la Sierra del Arca.  Tiene una impresionante superficie de 1.500 hectáreas de hábitat natural para las manadas de muflones, ciervos y jabalíes que lo habitan entre acebuches, alcornoques y quejigos con su sotobosque de helechos asociado, además de pinos piñoneros, fresnos, alisos, laureles, hiedras y adelfas. Entre el matorral bajo destacan los palmitos, lentiscos, jaras, matagallos, coscojas, majuelos, romeros, torviscos, tomillos, cantuesos, mirtos y jerguenes.

Uno de sus hitos más destacados por los senderistas es el conjunto de covachas conocido como la Cueva de las Palomas, que toma su nombre por la de mayor tamaño, aunque popular y erróneamente también se la conoce como Cueva de Los Monos, por haber servido de refugio a una familia de babuinos escapados del antiguo Safari Park y que vivieron en libertad hasta el año 1.999. Y digo erróneamente, porque si nos fijamos bien en el mapa de la zona, la auténtica Cueva de Los Monos se localiza en un farallón justo enfrente de la Cueva de Las Palomas en la vertiente Nordeste de La Ventilla.

Se trata de una ruta en sentido anti horario, fundamentalmente por la Finca La Alcaidesa,  que recientemente fue incorporada al Parque Natural Los Alcornocales, y que transcurre por un entramado de pistas forestales, caminos, senderos, veredas arenosas  y cortafuegos muy fáciles de seguir, bajando inicialmente a la Cañada Real de Manilva a Los Barrios, para seguir en subida al Cerro del Guijo Alto y después rodear la Loma de la Puerca hasta bajar al arroyo de la Madrevieja, cuyo bosque de galería estaba en todo su esplendor primaveral con los viejos quejigos en forma de candelabros cubiertos de musgo, al igual que rocas, troncos y ramas sueltas a lo largo de ambas riberas generosamente regadas por la crecida del arroyo tras las recientes lluvias.

 A la salida del arroyo nos dirigimos a la dehesa de Majarambú y entramos en su bien cuidado alcornocal, tras el cual llegamos a un bosquete de pinos piñoneros y a continuación a la zona conocida como Las Tarayuelas, desde la que divisamos en el horizonte una bonita panorámica del Peñón de Gibraltar, la Bahía de Algeciras y el Jebel Musa al fondo.  

Para encarar la laja de arenisca donde se encontraba uno de nuestros objetivos, la Cueva de Las Palomas antes mencionada, nuevamente tuvimos que descender al Arroyo de la Madrevieja, dejando el Pinar del Rey a nuestra derecha y la Loma de la Caballería a la izquierda. Aquí nos encontramos con un inesperado obstáculo.  Aunque era de prever un mayor caudal de agua debido a las fuertes lluvias de los últimos días, como ya tuvimos ocasión de comprobar en otros cruces anteriores del mismo arroyo, los cuales, no obstante, pudimos vadear sin mayor dificultad, en este punto concreto era totalmente imposible hacerlo debido a la profundidad de la pequeña poza que nos cortaba el paso.

Así pues, nos vimos obligados a buscar un sendero alternativo paralelo al cauce del arroyo desde el lado en el que nos encontrábamos.  Gracias a la intuición, sentido de la orientación, experiencia y perseverancia en este tipo de situaciones por parte de Tomás, Carlos, Jesús y Vicente, pronto conseguimos abrirnos camino hasta enlazar con el track oficial de la ruta, que, si bien era un tramo relativamente corto, estaba totalmente cerrado por la abundante vegetación propia de un bosque de ribera que dificultaba y cerraba continuamente el paso. Afortunadamente, todo quedó en una simple anécdota, y más bien pronto que tarde alcanzamos la Cueva de Las Palomas, donde aprovechamos para descansar y almorzar, teniendo frente a nosotros la Cueva de los Monos, y a nuestra derecha el Tajo del Pajarraco.

A partir de aquí dejamos atrás la zona más boscosa de la ruta y nos dirigimos a campo abierto, primero al Puerto de Las Palomas y después al Puerto de la Burra hasta llegar al camino principal del Monte La Alcaidesa. Unos pocos metros más a la izquierda cruzamos dicho camino y comenzamos una fuerte subida por un embarrado, resbaladizo y largo cortafuegos que nos llevaría de vuelta al punto inicial con unas excelentes panorámicas de las sierras adyacentes, Bahía de Algeciras, Peñón de Gibraltar, África, y Costa del Sol, dando por concluida esta nueva jornada de senderismo a las 16:30 horas.

El tiempo total empleado fue de 07h 11’, y en movimiento 04h 58’, con un desnivel positivo de 514 metros y negativo de 472. La cota mínima fue de 67 metros y la máxima de 240 metros. La distancia registrada en mi GPS fue de 18,1 kms, que evidentemente no refleja la distancia real de la ruta, dadas las vueltas que dimos para vadear el arroyo.

No quisiera despedir esta crónica sin invitar antes a Grume a programar otra excursión a la Sierra del Arca, con el fin visitar la Cueva de La Horadada y los diferentes conjuntos de roca arenisca plagados de taffonis que jalonan esta sierra, y a los que hoy no les hemos prestado la debida atención. Realmente merece la pena llegar hasta ellos y observarlos detenidamente, dando rienda suelta a nuestra imaginación ante las caprichosas formas esculpidas en la roca por la acción erosiva de la naturaleza durante millones de años. Y si fuera posible, los más atrevidos hasta podrían disfrutar de la miniferrata y el puente tibetano que se encuentran a escasos 2,5 kilómetros del comienzo de la ruta.