CUEVA SANTA Y ALTO DE LA CANUCHA

Nueva ruta de Grume con 25 participantes, hoy por el Parque Nacional Sierra de las Nieves. Se trata de una ruta fundamentalmente paisajística y de recorrido lineal, salvo por un pequeño tramo circular que se desarrolla por la cara oriental de Sierra Canucha, y que discurre por caminos y sendas muy marcadas sin grandes dificultades, aunque prácticamente carentes de arboleda, los cuales forman parte de la Gran Senda de Málaga (GR-249) y/o Sendero Sierra de las Nieves (GR-243), si bien cabe destacar los exigentes desniveles que la conforman.

La Cueva Santa se encuentra en el macizo de Sierra Blanca, donde pertenece Sierra Canucha. Esta cueva ha sido un espacio humano importante por su posible ocupación por hombres prehistóricos. Pero también por haber sido refugio de los cabreros durante centenares de años, y escondrijo de fugitivos y bandoleros en tiempos pasados.

Sierra Canucha no goza de la misma popularidad que su hermana mayor, Sierra Blanca. Cuenta con una uniforme y afilada arista caliza de 2.5 kilómetros de largo que cubre las vertiente norte de Sierra Blanca, y su mayor cumbre, el Pico de los Castillejos se encuentra a 1.238 metros sobre el nivel del mar, si bien éste no es nuestro objetivo de hoy, el cual consiste en alcanzar el  denominado “Alto de Canucha” a 1.061 msnm. El Pico de los Castillejos lo dejaremos para otra ocasión.

Fieles a la puntualidad que nos caracteriza, a la hora convenida dejamos nuestros coches en las inmediaciones del pueblo de Monda, carretera A-7101, confluencia con la calle Marbella, justo en la cota más baja de la ruta, 353 msnm,  y a las 09:15, con 10 grados de temperatura y cielos totalmente despejados, iniciamos nuestra andadura de hoy.

Nos dirigimos al Camino Viejo de Istán, a unos cuatrocientos metros a nuestra derecha, que en suave ascenso y rodeado de varias explotaciones agrícolas y algunos bancales de olivos, poco a poco nos va acercando a la Cañada de la Canucha por un  recorrido muy variado,  con pequeñas subidas, llanuras y descensos, hasta llegar a un determinado punto en el que se abre ante nosotros una espléndida panorámica de Sierra Blanca y Sierra Canucha al frente, a la derecha algunas zonas de los parajes de Moratán y Gaimón, al fondo Sierra Real (Istán), y un poco más arriba la Sierra de las Nieves coronada por el pico Torrecilla, que con sus 1.919 msnm es el más alto del parque y uno de los más importantes de la provincia de Málaga.

A partir de aquí, iniciamos el descenso al “Rio Seco” por una vereda estrecha con mucho matorral bajo, que a nuestro paso desprende un agradable olor a tomillo. Aunque este río no lleva agua la mayor parte del año (de ahí su nombre de “Río Seco”), al cruzarlo podemos ver algunas adelfas, juncos y zarzas,  y continuamos ascendiendo unos trescientos metros por una vereda igualmente estrecha, que más bien parece labrada directamente sobre la roca, para enlazar con el carril del Huerto del Borrego.

 Seguimos subiendo por este carril hasta el cruce de la Cueva Santa, en el kilómetro cinco de la ruta, la cual se halla unos doscientos metros más arriba. Son las 10:45, y aprovechamos para reagruparnos, comer algo y descansar un poco antes de iniciar el ascenso a la cueva por una estrechísima y casi cubierta vereda, que nos obliga a extremar las precauciones al caminar, pues muchas de las piedras que parecen fijas y bien ancladas en el terreno, resulta que algunas se mueven a nuestro paso y otras hasta llegan a desprenderse, con el consiguiente riesgo de caída.  

La cueva es una especie de santuario rupestre desde tiempos remotos, y aún hoy en día son muchas las personas que siguen peregrinando a ella para realizar ofrendas, promesas o peticiones, como lo atestiguan las imágenes y  estampitas sacras, que junto con ramos de flores y velas encendidas nos reciben a la entrada de la cueva.

La cueva tiene dos bocas abiertas al exterior, y descendemos al interior por una de ellas, la de la derecha. Es poco profunda y al principio parece  pequeña, pero según vamos adentrándonos en ella descubrimos un techo relativamente alto con sus características estalactitas y estalagmitas, seriamente dañadas por la acción humana, y algún que otro “animalito de las tinieblas” pegados al techo.

Antes de abandonar la cueva siguiendo la misma vereda ascendente que traíamos, nos paramos unos minutos para contemplar espectaculares vistas de la Sierra de las Nieves, Sierra de Tolox, Sierra Cabrilla, Sierra Prieta, Sierra de Alcaparain, Sierra del Valle de Abdalajis, y Torcal de Antequera, así como los pueblos de Yunquera y Alozaina.

Sobre la cueva hay un paraje al borde de un barranco sobre la Cañada del Acebuchal, desde donde se puede disfrutar de excelentes panorámicas, tanto hacia la costa como hacia el interior, marcadas por montañas y cerros. Entre tanta naturaleza virgen, llama poderosamente la atención la existencia de dos enormes canteras, que se extienden rodeadas completamente de pinos en la ladera Este del barranco,  y una cruz situada sobre la cresta a 749 msnm.

Seguimos serpenteando por la cresta del barranco, para volver al mismo carril que nos trajo hasta el cruce anteriormente mencionado para subir a la cueva. Este pequeño recorrido de aproximadamente unos ochocientos metros, configura el único tramo circular de la ruta.

Una vez en el carril, giramos hacia nuestra izquierda caminando cómodamente casi un kilómetro en busca del cruce marcado en el track como “Cruce Casa Pula”, que por cierto estaba  muy oculto por la densa vegetación, y casi nos lo pasamos. Abandonamos de nuevo el carril, y tomamos el sendero que habría de llevarnos en continuo ascenso hasta nuestro segundo objetivo, ochocientos metros más arriba, y coronar el Alto de Canucha.

Cuando llegamos a la cima, tenemos que dejar el sendero y caminar campo a través unos cincuenta metros para llegar al punto exacto que tenemos marcado como Alto de Canucha,  el cual alcanzamos justamente a las 12:27 horas. Nos hallamos a 1.059 metros de altitud, y llevamos recorridos 7,77 kilómetros sobre los 14,59 kilómetros previstos.

Es hora de felicitarnos por haber cubierto el segundo objetivo sin ningún tipo de incidente, hacer las tradicionales fotos de grupo y descansar unos minutos mientras disfrutamos de las excepcionales vistas que nos rodean en 360 grados.

Iniciamos el regreso desandando nuestros pasos hasta llegar nuevamente al carril, y un poco más adelante, kilómetro 9,5 de la ruta, siendo las 13:25 horas, encontramos un pequeño espacio ideal para almorzar.  Empleamos en ello un total de veintitrés minutos, durante los cuales, más de una vez, un buitre leonado sobrevolaba bajo y en círculos sobre nuestras cabezas.

Tras esta pequeña pausa, continuamos descendiendo para regresar al punto de partida, por el mismo carril que traíamos al inicio, adónde llegamos a las 15:20 horas, habiendo caminado un total de 14,50 kilómetros a una media 2,39 kms/hora, con un promedio en movimiento de 3,27 kms/hora. El tiempo de realización fue de 06h 05’, de los cuales 04h 26’ estuvimos en movimiento, y 01h 39’ parados.

El desnivel positivo fue de 971 m., y negativo de 906 m. La cota mínima la registramos en el aparcamiento,  353 metros,  y la máxima de 1.059 metros, lógicamente en la cumbre del Alto de Canucha.

Como queda dicho anteriormente, esta ruta es esencialmente paisajística, con un itinerario un tanto monótono que transcurre casi en su totalidad sin arboleda, excepción hecha de los casi dos primeros kilómetros a través del Camino Viejo de Istán hasta bajar al Río Seco y posterior enlace con el carril del Huerto del Borrego. Ello no obstante, las excelentes vistas que nos acompañaron durante todo el recorrido, tanto a la ida como a la vuelta, justifica y compensa con creces la realización de la misma, sobre todo en días claros y sin nubes como el de hoy.

Bien es cierto también, que en las proximidades del camino se pueden ver algunos ejemplares de pinos, encinas, olivos y algún que otro enebro aislado, así como densas masas boscosas a media y larga distancia, y en cuanto al matorral, entre los más conocidos abundan los lentiscos, aulagas, sabinas, tomillos y romeros, que se hacen más presentes a lo largo de las pocas y estrechas veredas por las que circulamos.