Penúltima ruta de la temporada 2.021-2.022. Para esta ocasión y a las puertas del verano, Grume ha programado esta ruta cercana y supuestamente más fresca que las anteriores por el hecho de discurrir próxima al río Guadaiza. Ello no obstante, parece que no ha atraído a muchos socios, puesto que solamente seis hombres y diez mujeres asistimos al punto de encuentro en la explanada existente frente a la lujosa urbanización “La Zagaleta” en el km. 38,5 de la carretera A-397 Ronda-San Pedro de Alcántara a 335 metros sobre el nivel del mar.
El río Guadaiza nace en la vertiente Sur del Cerro Abanto, en la Sierra de las Nieves, pasa por delante de las ruinas del poblado morisco El Daidin, recibe el aporte de varios afluentes, entre otros de los arroyos Alberguillos y Hornillos, y tras recorrer 20,6 km entre las sierras de Las Apretaderas y Palmitera viene a desembocar al Oeste de Puerto Banús, si bien su caudal está regulado por una presa construida en 1.999 para trasvasar el 50% de sus aguas al embalse de La Concepción.
Es sábado 18 de junio de 2.022, y a las 08:43 de la mañana, hora en la que iniciamos la marcha, el día se presenta con claras señales de lo que sería después un día caluroso, soleado y sin viento, como más tarde y a lo largo de toda la jornada tuvimos ocasión de comprobar.
Comenzamos caminando en suave descenso por un corto y sombreado sendero, que muy pronto se transformó en una ligera subida. Cruzamos el arroyo El Alisal y llegamos al kilómetro 3,2 de la ruta a 372 metros de altitud. Aquí abandonamos el cómodo sendero que traíamos y tomamos un desvío a nuestra derecha para bajar hasta la presa sobre el río Guadaiza, la cual nos limitamos a contemplar desde lo alto del cerro donde se encuentra ubicada, así como disfrutar de las estupendas vistas que se nos ofrecía desde dicho promontorio. Con esta decisión nos evitábamos continuar con la fuerte bajada que llevábamos y la posterior subida hasta el mismo lugar donde nos encontrábamos, ya que el sendero a seguir continuaba hacia nuestra izquierda en paralelo al cauce del río, a lo largo del cual alcanzamos la cota más baja de la ruta, 137 metros. Habíamos descendido 235 metros en tan sólo 1,8 kilómetros de distancia, con un desnivel negativo máximo del 28,8% en un punto concreto, lo que nos da una clara idea de la dificultad de dicho descenso, que además era por un terreno angosto repleto de piedras sueltas y hojarasca.
A continuación seguimos por dicho sendero, y un poco más adelante nos encontramos con una pequeña poza de aguas cristalinas y poca profundidad, donde algunos compañeros aprovecharon para refrescarse del sofocante calor que nos acompañaba, a pesar de ser poco más de las once de la mañana e ir por un camino relativamente en umbría.
Ya nos quedaban tan sólo unos 700 metros para dejar el río y comenzar a subir el valle a través de una estrecha vereda, apenas visible y cubierta de una vegetación abundante y espinosa, que la hacía prácticamente intransitable. Tras varios intentos infructuosos, tuvimos que desistir y buscar una senda alternativa que enlazara más arriba con el camino a seguir, lo cual conseguimos felizmente al cabo de poco tiempo con ayuda de los GPS y la eficaz colaboración de algunos compañeros que se aventuraron a explorar el terreno.
Nos encontrábamos prácticamente en el kilómetro 6 y nos enfrentábamos a la exigente prueba de remontar la falda oriental de Sierra Palmitera, vadeando previamente sin ninguna dificultad en dos ocasiones y en menos de 100 metros el río Guadaiza. Acto seguido comenzamos el ascenso teniendo que superar una fuerte pendiente cuyos valores en algunos puntos llegaron a ser extremadamente duros, marcando un desnivel máximo positivo del 51% en los primeros dos kilómetros de subida, que además se vieron agravados por el fuerte calor reinante y la alternancia de amplios espacios soleados con pocos tramos de sombra, que casi siempre aprovechábamos para descansar y refrescarnos un poco.
Tan dura fue la subida, que una de las participantes sufrió un ligero mareo, lo cual nos llevó a detener la marcha confiando en su pronta recuperación, como así sucedió rápida y felizmente. Ante tal circunstancia y los síntomas de cansancio claramente visibles en algunos miembros del grupo, decidimos replantearnos la posibilidad de acortar la ruta en unos 3,5 kilómetros, aprovechando que aún no habíamos alcanzado el kilómetro 9,6 donde existía la posibilidad de tomar un atajo igualmente contemplado en el track original que íbamos siguiendo. Así lo hicimos, y en menos de medio kilómetro de fuerte pero corta subida, pronto enlazamos con el cortafuegos que habría de llevarnos al punto de inicio.
Nada más llegar a dicho cortafuegos, a pocos metros encontramos unas construcciones rústicas aparentemente abandonadas y una pequeña explanada con varios alcornoques, cuya sombra aprovechamos para descansar y almorzar. Eran casi las dos de la tarde y estábamos a 476 metros de altitud, y por lo que pudimos comprobar más tarde según nos dirigíamos hacia el final de la ruta, ese era el último lugar en el que podíamos cobijarnos del fuerte calor que nos azotaba, y donde por fortuna corría un poco de brisa, ausente durante toda la mañana.
Tras este breve paréntesis, repuestas las fuerzas y recuperado el ánimo para seguir caminando bajo un sol de justicia los tres kilómetros y medio de carril-cortafuegos que nos separaban de nuestros coches, reiniciamos la marcha a buen ritmo acompañados de una ligera brisa que a esa altura hacía más llevadero el camino. En él se encontraba la cota más alta de la ruta, 510 metros, a escasos dos kilómetros del final.
Aunque el itinerario transcurre fundamentalmente por caminos y senderos generalmente fáciles de caminar, debido a los grandes desniveles que hay de superar tanto en subida como en bajada, y al fuerte calor reinante, podríamos calificar la ruta de nivel moderado no apta para la época veraniega.
A lo largo de todo el recorrido, nos encontramos con bosques de pinos, encinas y alcornoques, albergando el pino autóctono “Pinus Pinaster” desarrollado sobre las peridotitas, aparte de abundante matorral bajo tales como el palmito, la aulaga, el hérguen y otras especies más o menos espinosas, y cruzamos varios arroyos con apenas un reguero de agua.
Sobre los 17 kilómetros previstos inicialmente, la ruta quedó reducida a 13,7 kilómetros en un área de 1,81 km2 como consecuencia de los tres cambios introducidos sobre el terreno, que finalmente completamos en un tiempo total de seis horas y cuarenta minutos, incluidas todas las paradas para descansar, hidratarnos, refrescarnos, reagruparnos, y comer, más una parada extra para recuperar a la perrita “Senda” que en un momento determinado se alejó demasiado del grupo y tardó en encontrar el camino de vuelta. El ascenso acumulado fue de 543 metros, y de 457 el descenso, dando por concluida la jornada a las 15:23 horas.